lunes, 26 de noviembre de 2012

Miguel Luna: El sueño del Maristas desde dentro


Defendiendo a Arvydas Sabonis.

A Miguel Luna no le conozco personalmente, y ni siquiera le vi jugar. Pero tengo contacto con él desde hace años vía mail, comentando distintas cuestiones relacionadas con el basket y la vida. Era un chico melillense que jugó como pívot 48 partidos en ACB con el Mayoral Maristas entre 1988 y 1992. También más abajo. Dotado de mucha sensibilidad, me lo ha puesto sencillísimo para hablar de él hoy. Me basta con el 'copia y pega' del correo que me ha enviado. Allá va. Es realmente especial lo que cuenta y cómo lo cuenta.


"¿Qué tendrá el baloncesto que consigue que uno se olvide completamente de los momentos malos, de las lesiones, de los viajes largos, de todas las incertidumbres sobre tu futuro y sólo te quedes con lo mejor? Cada uno de los años que he pasado como profesional de este deporte lo recuerdo como algo único y especial y me siento un auténtico privilegiado por haber podido vivir como jugador por haber incluso cobrado por hacer lo que más me gustaba.

Los años de Mayoral son inolvidables y son sobre todo una historia de amistad. La de un niño de 12 años que deja su casa para ir a otra ciudad y un grupo fantástico de personas le hacen sentir que ha encontrado una nueva familia. Cuando alguien habla ahora del mérito de Del Bosque por haber conseguido juntar un equipo humano que hace de la Selección española de fútbol un equipo imbatible, yo no puedo dejar de pensar en aquel equipo que hizo Jacinto Castillo bajo las órdenes de Javier Imbroda y Pedro Ramírez , un grupo humano increíble que aprendimos juntos a disfrutar del baloncesto y hacernos mayores debajo de unas canastas.

En un entrenamiento del Maristas con Ray Smith.
Son miles las anécdotas que atesoro de aquella época… las comidas de hermandad después del entrenamiento de los viernes. El presupuesto era exiguo, las ganas de diversión muchas… así que con un pollo asado y una coca cola de litro, convocábamos semanalmente nuestras “polladas” en casa de José Pedro García, Enrique Fernández o Carlos Elejabeitia que podían prolongarse hasta altas horas de la madrugada (¿esto no lo leerá Javier, no? Que en cualquier caso el delito ya ha prescrito)

De la vida de color de rosa que viví en Málaga pasé a un año difícil, profesionalmente hablando, en Caja Madrid. Sólo con el tiempo he podido apreciar a los grandes amigos que hice allí y con los que todavía guardo el contacto.

Regresé a Mayoral antes de terminar la temporada pero el equipo ya no era el mismo. Todos nos habíamos hecho un poco mayores y el grupo se había disuelto.

Mi siguiente destino fue Melilla, mi ciudad natal, allí dónde todo el mundo se conoce, dónde sabe de quién eres hijo, dónde la gente te para por la calle para decirte que has jugado bien o MUY MAL. Sin reparos, sin complejos.

Terminé mi carrera en El Ejido (Almería) en liga EBA, luego 2º , 3º Y MAS , allí estuve unos años en los que comencé a abrirme paso laboralmente en otras facetas ajenas al baloncesto  desde una tienda de ropa para gente joven, hasta la gestión de un gimnasio de hotel (¿alguien sabe lo que es hacer gimnasia con alemanes de 75 años de edad?).

Es una transición dura. Muy dura. Seguramente todos los que han sido deportistas profesionales saben de qué estoy hablando, de ver cómo tus sueños se esfuman, que crees que vas a poder vivir muchos años haciendo lo que más te gusta y, de repente, una lesión, el paso de los años… te hacen darte cuenta de que ya no rindes en la cancha como antes y que tienes que tomar una decisión… que ha llegado el momento de decir adiós.

Todo lo que viví como jugador profesional, las enseñanzas que me dejaron toda la gente que conocí, las experiencias… Absolutamente todo me ha servido en mi vida. El trabajo en equipo, la capacidad de sufrimiento, los sinsabores, la adversidad… cada uno de los momentos vividos ha sumado para que mi vida actual sea la que es.
Miguel Luna, actualmente.

En la actualidad trabajo en una distribuidora de música clásica como responsable de logística y almacenes. Nunca he podido desligarme del todo del deporte de la canasta y, junto a los partidillos que jugamos los amigos, he montado junto al que fue mi compañero en El Ejido, Juan Carlos Paradinas, una escuela de baloncesto en la que enseñamos a los niños a jugar, a comprender y a amar este deporte. ¿Quién sabe? Igual en un futuro una de mis dos hijas o cualquiera de los niños que hoy viven con tanta ilusión sus primeros pasos en este deporte, pueden llegar a ser futuras estrellas, pero sobre todo a comprender todo lo que el baloncesto puede darles, a hacerles mejores personas. Con eso ya habré cumplido mi objetivo".

Encantandor el tío, ¿no?

2 comentarios:

  1. Emocionante breviario de una parte de la vida de Miguel Luna, nunca olvidado entre sus compañeros y seguidores de este deporte, con los sueños, alegrías y sufrimientos que conlleva; sin abandonarlo cuando esa vida le lleva por otros caminos, esperando transmitir a los que entrena por vocación, que un día recojan el testigo de tantos como él, enamorados del baloncesto. Que de eso se trata.

    Macarena Portales



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  2. ¡Qué gran tipo es Miguel! Bueno, siempre lo ha sido.


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